En un juicio que dejó a todos con el corazón encogido, un hombre de 32 años se ha declarado culpable de abusos sexuales continuados hacia su hijastra, una niña de apenas ocho años. Los hechos ocurrieron entre 2013 y 2015 en la casa familiar en Palma, donde este individuo aprovechó la confianza que tenía con la menor para hacerle tocamientos inaceptables bajo la excusa de darle masajes.
Este miércoles, el tribunal le ha impuesto una condena de dós años de cárcel, además de obligarle a indemnizar a la víctima con 6.000 euros por los daños morales causados. Lo curioso es que se consideró una atenuante porque el acusado había pagado 3.000 euros antes del juicio, lo cual parece más un intento de minimizar el daño que una verdadera reparación.
Un abuso escondido tras las manos
Aprovechando momentos en los que nadie podía verlos, este hombre no solo manoseó los pechos y genitales de su hijastra por debajo de la ropa, sino que incluso llegó a forzarla a tocar sus partes íntimas. Durante el confinamiento, bajo la misma máscara del ‘masaje’, volvió a repetir sus actos deleznables. ¿Hasta cuándo permitiremos que sucedan estas cosas en nuestra sociedad?
A pesar de la gravedad del caso, la Fiscalía inicialmente pedía 10 años tras las rejas, pero tras negociaciones con los abogados del acusado, esta pena se redujo notablemente. Al final, se acordó que no ingresaría en prisión si cumple ciertas condiciones: nada de delitos durante cinco años y asistir a un curso sobre educación sexual. Es desgarrador pensar cómo estas decisiones pueden dar lugar a una sensación de impunidad.

