El ministro de Asuntos Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, ha tomado una decisión contundente este miércoles: cerrar el último consulado ruso en Gdansk. Esta medida no es solo un gesto simbólico, sino que surge como respuesta al reciente sabotaje del sistema ferroviario polaco, un acto que muchos han tachado de terrorismo de Estado.
Sikorski no se ha andado con rodeos. En una rueda de prensa que dejó claro el malestar del gobierno polaco, aseguró que la situación había llegado a un límite. “Cuando la intención detrás del espionaje y el sabotaje es causar bajas humanas, ya estamos ante terrorismo de Estado”, declaró con firmeza. La implicación rusa en estos actos ha sido evidente para Varsovia, especialmente después del incidente del pasado domingo en el que se intentó provocar un accidente ferroviario entre Varsovia y Lublin.
Medidas contundentes y futuras acciones
El ministro también explicó que esta acción no es aislada; está acompañada de otras medidas que estarán sobre la mesa pronto. Aunque Polonia no tiene intención de romper relaciones por completo con Moscú —como sí ocurrió en otros países europeos—, dejará claro que la paciencia se ha agotado. “Hemos advertido varias veces a Rusia sobre las consecuencias de sus actos”, añadió Sikorski, visiblemente molesto por la escalada de tensiones.
A pesar de todo esto, Rusia mantiene su postura y niega cualquier tipo de implicación en los hechos recientes. Sin embargo, para Polonia queda claro que este tipo de provocaciones no pueden pasar desapercibidas. Es hora de actuar y dejar atrás lo que consideran un juego peligroso por parte del Kremlin.

