En un mundo donde la Inteligencia Artificial parece estar en todas partes, el arte no se escapa a esta revolución. Un reciente estudio de Ipsos ha dejado claro algo inquietante: el 97% de las personas no puede diferenciar entre música creada por IA y música hecha por humanos. Esto plantea serias dudas sobre el futuro de la creatividad musical.
Imaginemos por un momento a Bad Bunny, quien estalló en redes sociales hace un par de años. Un tema generado con su voz se viralizó, superando reproducciones de sus propias canciones. «Si te gusta esa canción que está triunfando en TikTok, mejor sal del grupo», dijo tajante a sus seguidores tras ver cómo su esencia estaba siendo manipulada sin su consentimiento.
Un Éxito Ficticio
No es solo él quien ha sentido este impacto. El grupo The Velvet Sundown arrasó con tres millones de reproducciones en Spotify antes de que se revelara que eran una creación totalmente artificial. Mientras tanto, la industria musical navega entre el miedo y la fascinación por este nuevo fenómeno.
A pesar de todo, algunos encuestados ven la IA como una herramienta para descubrir nueva música; sin embargo, hay una sombra que acecha: el 64% teme que esta técnica derive en una pérdida de creatividad, dando paso a melodías más genéricas e impersonales.
¿Y qué dice Deezer al respecto? Su director general subraya que los resultados muestran que a la gente realmente le importa saber si lo que escucha es humano o no. Y es preocupante saber que uno de cada diez temas creados actualmente en su plataforma es producto de inteligencia artificial. ¡Casi un 34% diez meses después!
A medida que nos adentramos en estos nuevos territorios musicales, también surgen preguntas sobre protección legal y derechos humanos. En eventos como la ‘Cumbre sobre Inteligencia Artificial’ celebrada en Reino Unido, se discutieron los riesgos asociados a esta tecnología y cómo las leyes aún están tratando de ponerse al día.
Por si fuera poco, Spotify tuvo que eliminar miles de canciones generadas por IA para evitar fraudes con derechos de autor. Todo esto nos lleva a cuestionarnos: ¿realmente queremos seguir adelante sin poner límites?

