El pasado sábado, el océano Pacífico se tiñó de luto con la muerte de tres personas tras un ataque llevado a cabo por las fuerzas militares de Estados Unidos. Todo ocurrió en aguas internacionales, donde una lancha, supuestamente dedicada al narcotráfico, fue interceptada por orden del secretario de Guerra, Pete Hegseth. En un comunicado, el Comando Sur afirmó que ‘tres narcoterroristas hombres a bordo de la embarcación han muerto’, dejando claro que este tipo de operaciones no son solo números fríos en informes militares.
Un ciclo de violencia y muerte
Este ataque forma parte de una serie escalofriante: en las últimas semanas, 21 intervenciones similares han costado la vida a 83 personas. La inteligencia estadounidense había apuntado que esta embarcación estaba involucrada en el tráfico ilícito de estupefacientes por una ruta ya conocida. Pero aquí no termina la historia; más allá del mero enfrentamiento militar se encuentran tensiones políticas profundas. La administración Trump ha puesto su mirada especialmente en Colombia y Venezuela, países con los que ha tenido diferencias notables. El presidente norteamericano llegó incluso a dar luz verde a operaciones encubiertas en Venezuela mientras Maduro respondía movilizando tropas.
Con cada operación fallida o exitosa, nos preguntamos: ¿realmente estamos luchando contra el narcotráfico o simplemente perpetuamos un ciclo interminable de violencia? A menudo parece que nuestras decisiones son meras piezas de ajedrez en un juego mucho más grande donde las vidas humanas quedan tiradas a la basura.

