La mañana del pasado 16 de noviembre, el aire fresco de Palma escondía una situación inquietante. En un colegio que normalmente estaría lleno de risas y charlas, se encontró a un menor completamente solo. ¿Qué estaba haciendo allí? La realidad es que el día no era lectivo, pero eso no quita la gravedad del asunto. ¿Cómo es posible que un niño se quede sin supervisión en un lugar así?
La soledad inquietante de las aulas vacías
Este hecho nos hace reflexionar sobre cómo estamos gestionando la seguridad y el bienestar de nuestros jóvenes. No podemos permitirnos este tipo de descuidos, especialmente cuando el cambio climático ya está afectando tantos aspectos de nuestras vidas. Con el calendario escolar en entredicho por fenómenos climáticos extremos, la educación no debería ser otra víctima más.
Aina Blanco, una docente que ha luchado contra la dislexia, comparte su experiencia: “Cuando era joven, me dijeron que nunca llegaría a Selectividad”. Su historia resuena con la realidad educativa actual; necesitamos más apoyo y atención para nuestros alumnos. Las expulsiones también son un tema espinoso y aún sin resolver para la Conselleria de Educación.
Pese a todo esto, debemos recordar que detrás de cada cifra hay una vida. El menor encontrado solo representa mucho más: es un grito silencioso sobre lo que estamos haciendo mal en nuestra sociedad. Es hora de actuar antes de que tengamos que lamentar situaciones aún peores.

