Jesús ‘Chuy’ Aceves, conocido por muchos como el ‘hombre lobo’ mexicano, ha vivido una vida marcada por la lucha y la superación. Desde muy joven, su historia comenzó a escribirse de manera peculiar. A los 12 años, él y otros niños de su pueblo se convirtieron en objeto de interés para algunos medios que no dudaron en sacar fotos sin pedir permiso. “Nos pusieron en las portadas como ‘niños lobo que comen gente’”, recordó Chuy con un tono que mezcla tristeza y rabia durante una charla en el pódcast Tenía la duda, conducido por Judith Tiral.
Transformar el dolor en éxito
La hipertricosis, enfermedad que provoca un crecimiento excesivo de vello corporal, ha sido tanto una carga como una bendición para él. Aunque al principio Chuy fue víctima del acoso y las burlas, decidió darle la vuelta a su situación. Tras ser abordado por varios circos que prometían fama y dinero, finalmente aceptó trabajar en uno cercano a su hogar. “Mucha gente iba por morbo”, confesó. “Nos ponían colmillos en las fotos para atraer al público, pero tenía que salir a la pista porque había dinero”. Sin embargo, lejos de dejarse llevar por esos comentarios hirientes, optó por abrazar quién era realmente.
Chuy encontró en su singularidad no solo un medio de subsistencia sino también un mensaje poderoso: “Uno debería fijarse en el desempeño de la persona y no en el físico”. Así fue como logró hacerse un nombre y ganó un récord Guinness en 2007 como el hombre con más pelo del mundo. Su valentía le permitió viajar a lugares tan diversos como Estados Unidos, Taiwán o Japón mientras compaginaba sus apariciones televisivas con sus shows circenses.
A día de hoy, Chuy es más que solo un apodo; es un símbolo de resiliencia ante las adversidades. Su historia nos recuerda cómo convertir lo diferente en una fortaleza puede llevarnos a brillar donde otros solo ven sombras.

