El mundo de la música es un laberinto fascinante, y si hay alguien que lo entiende a la perfección, ese es Ian Bostridge. Este tenor británico nos invita a reflexionar sobre lo que realmente significa cantar, y desde su perspectiva, no es solo cuestión de notas y melodías, sino una auténtica aventura intelectual. Nos hace preguntarnos: ¿qué implica ser intelectual en el arte del canto? Para él, cada actuación es una exploración del alma.
Un viaje de descubrimiento musical
Bostridge confiesa que su relación con la música ha cambiado a lo largo de los años. En su adolescencia, no sentía afinidad por compositores como Puccini o Verdi; al contrario, se sentía más atraído por un arte austero. Sin embargo, con el tiempo sus intereses se han ampliado y ahora puede abordar repertorios complejos como el lied romántico o las obras barrocas. “Mi sensibilidad ha evolucionado”, dice, “y conforme pasan los años mi voz se vuelve más profunda y capaz.”
Entre sus piezas favoritas se encuentra el ciclo Chansons madécasses de Ravel. La obra le impactó desde el primer momento: “Aoua! me hizo vibrar porque aborda temas tan controversiales como la esclavitud”, explica. Este tipo de música, situada en Madagascar y llena de matices exóticos, resuena con fuerza en su corazón.
A pesar de tener un doctorado en historia, Bostridge asegura que estos estudios no influyen directamente en su técnica vocal. Pero sí le aportan un contexto valioso: “La historia alimenta mi imaginación”, comenta mientras recuerda las enseñanzas del venerado tenor Hugues Cuénod.
Cuando se trata de la conexión entre teatro y música, este artista establece paralelismos claros: “Un recital también es una actuación”, sostiene. No hay lugar para lo artificial; cada interpretación debe ser auténtica y sentir lo que se canta.
A menudo alternando entre recitales y óperas, Bostridge reconoce que ambos formatos requieren enfoques diferentes. Mientras que la ópera es un trabajo colectivo donde la interacción con otros artistas es clave, en un recital tiene libertad total para expresarse como desee.
No obstante, ¿es posible expresar sentimientos a través de la música? A esta pregunta responde con firmeza: “Claro que sí”. Critica a Stravinsky por sus opiniones provocadoras sobre este tema y añade con picardía: “Era un provocador nato.” Y así continúa desmenuzando las obras que mejor abordan conceptos profundos como la muerte; Schubert siempre destaca para él con sus composiciones melancólicas sin mencionar siquiera esa palabra temida.
Bostridge enfatiza también la importancia de tener una estrecha relación con el pianista acompañante: “Conocer al pianista te permite crear magia juntos”, afirma orgulloso al recordar sus colaboraciones con grandes músicos. La pasión por su arte brilla intensamente mientras comparte su visión del canto como algo más profundo que simples notas; para él es pura emoción.

