En la bulliciosa calle Aragón, un pequeño pero icónico local lleva 183 años siendo testigo del paso del tiempo y de las historias que han ido tejiendo la vida de sus vecinos. Hablamos del Cafè l’Auba, un lugar que no solo sirve café, sino que también ofrece un refugio y un espacio donde la comunidad se encuentra a diario. Abierto en 1842, este emblemático café ha visto crecer a varias generaciones mientras el barrio a su alrededor se transformaba.
Un lugar lleno de vida y memorias
Rafel Ramis, actual propietario y cuarto al mando del negocio familiar, nos recibe con una sonrisa y una anécdota. «Llevo aquí desde 1982… ¡43 años ya! Aquí tenemos a los clientes de toda la vida; nos conocemos todos», dice mientras observa cómo su hijo Daniel alterna entre servir cafés y diseñar prendas tradicionales mallorquinas. El Cafè l’Auba es un punto de encuentro para muchos, desde los trabajadores que hacen una parada antes de comenzar su jornada hasta aquellos que buscan jugar al dominó por las tardes.
La esencia del lugar está en esos momentos compartidos: «Recuerdo cuando abríamos a las cinco de la mañana y había veinte coches aparcados esperando», recuerda Rafel con nostalgia. Pero no todo es igual; el barrio cambia rápidamente, y él teme por el futuro del café que ha sido su hogar durante tanto tiempo. «No sé quién lo tomará cuando me jubile. Tal vez alguien ajeno, pero espero que nunca pierda su esencia».
Entre platos tradicionales colgados en las paredes y pósters que evocan tiempos pasados, el Cafè l’Auba guarda más que recuerdos; es un símbolo vivo de Palma misma. Con cada café servido se vierten emociones e historias entre risas y buenos ratos. Este pequeño refugio sigue resistiendo al paso del tiempo como un baluarte cultural en medio del monocultivo turístico.

