En un acto que ha dejado a muchos con la boca abierta, un turista decidió hacer una pintada en la cueva natural de Portals. Pero no se quedó ahí, sino que tuvo el descaro de compartir su hazaña en las redes sociales, como si fuera algo digno de presumir. La indignación entre los vecinos y ecologistas no se ha hecho esperar; ¿es posible que lleguemos a tal punto de desprecio hacia nuestro entorno?
Un eco de desapego
Este tipo de comportamientos nos hacen reflexionar sobre el turismo masivo y su impacto. Al final del día, estamos hablando de un lugar natural que debería ser preservado, no convertido en un lienzo para egos desmedidos. “¿Qué pasará con nuestros espacios si seguimos así?”, se preguntan algunos habitantes preocupados por el futuro del patrimonio natural.
A medida que los ecos del vandalismo resuenan, también surgen preguntas sobre nuestra responsabilidad colectiva. Es momento de dar un paso adelante y proteger lo que es nuestro, antes de que cada rincón acabe convertido en una simple atracción turística donde todo vale.