El 12 de septiembre, en una decisión que resonará a nivel internacional, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lanzó su mayor paquete de sanciones hasta la fecha contra los hutíes de Yemen, un grupo que ha estado en el punto de mira por sus acciones desestabilizadoras. Se trata de 32 individuos y entidades a los que se les ha señalado directamente como parte del problema, además de cuatro buques identificados. John Hurley, subsecretario del Tesoro para Terrorismo e Inteligencia Financiera, dejó claro que estos rebeldes no solo amenazan la seguridad estadounidense, sino que también están poniendo en jaque la paz en toda la región.
Un ataque tras otro
Hurley argumentó que “los hutíes siguen atacando a nuestros aliados y socavando la seguridad marítima internacional”, algo inaceptable si consideramos lo delicada que es la situación actual. Las sanciones se enfocan en empresas vinculadas a estos grupos y sus operaciones fraudulentas a escala global, desde Yemen hasta China y más allá. El Tesoro no escatimó en detalles al acusarles de financiarse mediante actividades ilegales como el contrabando y la venta ilegal de armas.
Además, se les acusa de conseguir materiales militares avanzados: misiles balísticos y drones listos para atacar. Esto no son simples palabras; cada uno de estos ataques ya ha costado vidas inocentes y plantea un riesgo real para el comercio mundial y la estabilidad económica.
A medida que esta historia avanza, hay voces que se levantan: ¿hasta cuándo vamos a permitir estas agresiones? Los hutíes han hecho sentir su poder lanzando ataques incluso contra Israel, encendiendo aún más las tensiones en una región ya marcada por el conflicto. Mientras tanto, Estados Unidos promete ejercer “la máxima presión” sobre este grupo armado, aunque muchos nos preguntamos si esto realmente será suficiente para cambiar el rumbo del conflicto.