En una tarde que prometía ser complicada, el Mallorca se encontró con la necesidad de reinventarse. Cuando el árbitro Guzmán Mansilla pitó el final del encuentro contra el Celta, había una mezcla de sensaciones en Son Moix. Un empate logrado casi de milagro tras una segunda mitad en la que Jagoba Arrasate apostó por todo.
Con un Mateu Jaume como héroe inesperado, el equipo mostró garra y determinación. Aunque el partido empezaba a desmoronarse y los nervios ya hacían mella en las gradas, ese punto conseguido supo a gloria. Porque pensar en dos jornadas sin sumar en casa es un peso pesado para cualquier aficionado.
Cambios que marcan la diferencia
A lo largo del primer tiempo, Arrasate experimentó con un 4-2-3-1 que no dio los frutos esperados. La defensa ajustada logró contener algunas acometidas del Celta, pero ofensivamente, el equipo estaba más perdido que un pez fuera del agua. Pero llegó ese momento clave: cerca del minuto 80, después de charlar con su asistente Bittor Alkiza, decidió romper moldes y arriesgar. Sacó dos delanteros al campo y apostó por un centro del campo más ofensivo con Darder, Salas y Dani.
Y así fue como comenzó la transformación. El Mallorca empezó a presionar más arriba, creando ocasiones donde antes solo había dudas. “El gol nos cambia la cara a todos”, comentó Arrasate después del partido. Con cada jugada se notaba cómo la energía fluía entre los jugadores y la afición.
Cuando llegó ese ansiado gol del empate en el minuto 87, Son Moix estalló en jubilo; era como si toda la tensión acumulada durante el partido se evaporara de golpe. A pesar de ser un resultado justo al final, queda claro que esta no puede ser siempre la estrategia a seguir; depender exclusivamente del ‘plan B’ podría llevar al desastre si no hay un plan sólido detrás.
Aunque hoy celebramos este empate valioso gracias a nuestros propios chicos locales —con actuaciones destacadas de Jan Salas, Marc Domenech, Abdón Prats y nuestro querido Mateu Jaume— debemos recordar que esto es solo un paso más en nuestra lucha por mantenernos firmes en la primera división.