Era una mañana como cualquier otra en Palma, y Daniel, un ferviente aficionado del RCD Mallorca, se preparaba para la nueva temporada de fútbol. Sin embargo, este año no pudo hacerlo como siempre. Tras diez años animando a su equipo desde las gradas de Son Moix, el club ha decidido no permitirle renovar su carné de abonado. La razón es desgarradora: su discapacidad psíquica del 76% le impide asistir solo al estadio.
La historia de Daniel es la de muchos otros aficionados que viven y sienten el fútbol con intensidad. “Le encanta el Mallorca”, dice su sobrina Priscila, quien comparte cómo su tío vive cada partido con pasión desbordante. Pero tras el fallecimiento de Joan, su cuñado y compañero incondicional en las gradas, todo ha cambiado. Este año, la familia intentó que el marido de Priscila lo acompañara a los partidos, pero se encontraron con una política del club que parece olvidarse de quienes necesitan más apoyo.
La lucha por un derecho básico
Después de varios intentos por comunicar sus necesidades al club, les dijeron que no podían dar un abono de acompañante porque solo se contemplan para personas en silla de ruedas. “Es injusto”, clama Priscila. Mientras tanto, ellos buscan alternativas y soluciones para que Daniel pueda seguir disfrutando del fútbol como lo ha hecho toda su vida.
A pesar de todos los obstáculos, esta familia no se rinde. Han lanzado una petición en change.org que ya cuenta con más de 600 firmas apoyando su causa. “Una silla de ruedas se ve”, continúa Priscila; “pero una discapacidad psíquica no”. Lo que piden es simple: que cualquier persona con discapacidades similares tenga derecho a llevar un acompañante al estadio sin distinciones.
A día de hoy, Daniel sigue esperando poder volver a vibrar en las gradas junto a otros aficionados mallorquinistas. La pregunta queda flotando en el aire: ¿cuánto tiempo pasará hasta que recupere esa felicidad tan necesaria?