Imagina que un día, en lugar de esperar nueve meses a que crezca un bebé dentro de una madre, lo veas desarrollándose en un robot. Suena a ciencia ficción, pero investigadores de la Universidad Tecnológica de Nanyang están trabajando en ello. Sí, has leído bien: están diseñando robots humanoides capaces de gestar fetos humanos durante diez meses.
Aunque suene increíble, esta iniciativa no es un mero capricho tecnológico; se inscribe en una línea de investigación que ha hecho avances significativos en el ámbito sanitario. Solo hace un año, ya habían creado un útero artificial que ayudaba a bebés prematuros a sobrevivir. Y ahora, llegan estos androides con la misión de llevar la maternidad al siguiente nivel.
Un embarazo robótico: entre la realidad y la ética
Según cuentan desde el medio chino Kuai Ke Zhi, este primer «robot embarazado» podría replicar todo el proceso del embarazo. El Dr. Zhang Qifeng explica que no se trata solo de una incubadora sofisticada; su tecnología permitiría simular lo que ocurre dentro del vientre materno: concepción, desarrollo y parto. Pero aquí viene lo intrigante: aunque no es un embarazo biológico como tal, sería capaz de regular temperatura y nutrientes para que el feto pueda crecer adecuadamente.
Claro está, esto plantea preguntas serias sobre las implicaciones éticas y científicas de tal avance. Imagina una conversación sobre cómo se llevaría a cabo la fecundación y qué pasaría con esos óvulos… ¿De dónde provienen? Estas son dudas legítimas que han surgido incluso entre los expertos.
Se prevé que estos robots salgan al mercado como prototipos por unos 12.000 euros dentro de un año. En foros recientes se han escuchado voces críticas diciendo cosas como «Es cruel que un feto nazca sin conexión con una madre» o «Viola completamente nuestra ética humana». Sin embargo, hay quienes ven esto como una oportunidad revolucionaria para aquellos que enfrentan problemas de infertilidad o simplemente desean evitar el sufrimiento del embarazo.
Al final del día, esta tecnología podría cambiar nuestras vidas para siempre o convertirse en otro experimento curioso tirado a la basura por cuestiones éticas. Lo cierto es que estamos ante una realidad fascinante donde los límites entre humano y máquina se difuminan cada vez más.