En un curioso giro del destino, mientras Emmanuel Macron insta a su gobierno a ser austero en sus vacaciones, él se toma un respiro familiar en el Fuerte de Brégançon, esa fortaleza militar transformada en refugio presidencial situada en Bormes-les-Mimosas. En este rincón idílico de la Costa Azul, rodeado de historia y naturaleza, los líderes franceses parecen haber encontrado un equilibrio entre la responsabilidad política y el merecido descanso.
Un verano diferente para los políticos
Este año, las revistas del corazón no han tenido mucho que mostrar; los ministros han seguido al pie de la letra las directrices de Macron y han optado por unas vacaciones más discretas. El ministro del Interior se ha refugiado en Vendée, mientras que otros han hecho paradas por lugares como Eure o Alta Saboya. La isla de Córcega también ha sido testigo del paso de algunos miembros del gobierno, pero los pesos pesados decidieron permanecer en París. ¿La razón? Una agenda repleta y un plan ambicioso para ahorrar miles de millones que les espera tras el verano.
Pese a esta sobriedad impuesta desde arriba, la oposición parece disfrutar un poco más del sol y la arena. Jordan Bardella se deja ver relajado en Saint-Tropez compartiendo momentos veraniegos con sus seguidores. Sin embargo, su mentora Marine Le Pen ha optado por una escapada más privada junto a su familia, alejada del ruido mediático.
Mientras tanto, el presidente sigue fiel a su tradición veraniega: cada agosto se instala con su familia en el Fuerte de Brégançon. Desde 2017 este ha sido su hogar estival donde mezcla trabajo con deporte y tiempo libre. Entre reuniones virtuales y paseos en bicicleta por la costa mediterránea, Macron intenta desconectar antes de una rentrée que promete ser intensa.