En un giro que ha dejado a muchos boquiabiertos, los agricultores de las Islas Baleares han calificado de desbarat la reciente decisión del Govern de desembolsar seis millones de euros en la compra de una finca. Según ellos, esta iniciativa no es más que otro ejemplo de cómo se desperdician recursos que podrían utilizarse en verdaderas necesidades. No solo están hablando de cifras; están defendiendo su modo de vida y su futuro.
La voz de los campesinos
«¿Qué sentido tiene gastar tanto dinero en un proyecto que podría estar mejor destinado?», se preguntan con razón. Muchos sienten que este enfoque podría ser un nuevo capítulo en el monocultivo turístico, donde lo agrícola pasa a un segundo plano frente a intereses ajenos. Ellos, los que cada día trabajan la tierra, ven como sus esfuerzos son ignorados por quienes toman decisiones desde despachos lejanos.
Aún resuena en el aire la indignación entre las comunidades agrícolas, quienes se sienten cada vez más marginados. La falta de transparencia y diálogo agrava aún más la situación. Para ellos, no es solo una cuestión económica; es una cuestión de dignidad y respeto hacia quienes realmente alimentan nuestra sociedad.