Es increíble pensar que han pasado 14 temporadas para que Diego Simeone conociera lo que es perder en la jornada inaugural del campeonato. Siempre había sido un maestro en los estrenos, un especialista capaz de llevar a su equipo a la victoria desde el primer momento. Pero este año, algo cambió. El Atlético se adelantó en el marcador y dominó gran parte del juego ante el Espanyol, pero una serie de 17 minutos fatídicos les pasaron factura. De repente, todo se derrumbó como un castillo de naipes.
Un inicio inesperado
Simeone miraba con incredulidad cómo su trayectoria inmaculada, marcada por siete triunfos y seis empates, se desvanecía en un abrir y cerrar de ojos. Aquel empate frente al Villarreal el año pasado parecía un mal recuerdo comparado con la realidad del RCDE Stadium, donde tras tener el control hasta el minuto 70, dos despistes desembocaron en una remontada perica que dejó a todos boquiabiertos.
A partir de ahora, el Atlético afronta esta temporada con una presión que nunca había sentido desde que Simeone tomó las riendas allá por 2012. Necesitarán remar contra corriente si quieren convertir esta primera derrota en un simple accidente. Las próximas jornadas serán clave para ver si logran reponerse y mantener viva esa esencia competitiva que tanto los caracteriza.