El pasado sábado, el estadio de Son Moix vivió un duelo intenso entre el Mallorca y el Barcelona. Sin embargo, la jornada se tornó amarga para los aficionados bermellones, quienes vieron cómo su mascota, Piolín, fue superada por el Lindo Gatito en un juego que recordaba a aquellos episodios de dibujos animados donde siempre salía victorioso. Pero esta vez, la realidad fue otra; el gato Silvestre tuvo su venganza.
La polémica arbitral en el aire
Lo curioso es que en este enfrentamiento no solo jugaban los equipos, sino también el árbitro José Luis Munuera. Ahora parece ser tendencia referirse a los árbitros utilizando su nombre de pila y primer apellido; como si eso fuera suficiente para acallar las críticas. Lo que antes era una práctica habitual—conocer sus apellidos completos—ha quedado atrás. A partir de ahora, parece que solo se anunciarán las designaciones un día antes del partido.
Las mentes pensantes del fútbol deben creer que estos cambios son suficientes para mejorar la percepción del arbitraje. Pero tras lo visto en Son Moix y otros estadios, me pregunto: ¿Realmente han solucionado algo? La polémica sigue presente y la afición está más caliente que nunca.
A pesar de todo esto, hay un orgullo palpable entre los mallorquinistas; porque sí, perder duele, pero sentir que te han robado la victoria genera una sensación extraña de unidad y pasión por tu equipo. Por unos momentos olvidamos las preocupaciones del mercado de fichajes y nos centramos en lo importante: nuestra identidad como club.
Así arranca la Liga; con emociones a flor de piel y muchas incógnitas por resolver. La próxima cita será contra el Celta bajo un calor aplastante… esperemos que el viento sople a favor del Mallorca.