Ayer, en Son Moix, vivimos una jornada que muchos recordarán no por el fútbol en sí, sino por la actuación del árbitro. Matías Vallés, con su pluma afilada, no ha dudado en calificar lo sucedido como un auténtico Barça-Barça. Y es que el colegiado se encargó de eliminar al Real Mallorca del partido con una mano dura y unas decisiones que rayan lo absurdo.
En esta competición donde la justicia debería prevalecer, si este árbitro dirige otro encuentro más, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la Liga se convierte en una farsa. El hecho de dejar al equipo local con solo nueve jugadores cuando ya estaban perdiendo 0-2 habla de la incapacidad o la falta de dignidad de quien debía ser imparcial. La expulsión de Muriqi fue simplemente ridícula; después de un roce con Joan García, ni siquiera las repeticiones ofrecieron pruebas claras para esa decisión tan drástica.
Un arbitraje cuestionable
La pregunta es clara: ¿por qué cambiar el lema del fútbol? En lugar de in dubio pro reo, parece que ahora es in dubio pro Barça. Y eso duele a cualquier aficionado que ama el juego limpio. Es desalentador ver cómo se manipulan las reglas para favorecer a uno solo, mientras los demás son aplastados.
Mientras tanto, la sobreprotección hacia Lamine Yamal provoca risas nerviosas: cualquier roce cercano puede convertirse en falta. Pero claro, aquí hay un mensaje claro para el Mallorca: no interfieras en este espectáculo montado. Las expulsiones fueron una manera de dejar claro quién manda y mostrar sumisión al poderoso. Es triste pensar que este tipo de arbitrajes pueden arruinar lo que podría haber sido un buen partido.
¿Y qué decir del resto? La balanza siempre parece inclinarse hacia un lado y eso se nota mucho cuando vemos cómo los jugadores son tratados según el color de su camiseta. La afición merece algo mejor; merece respeto y emoción genuina en cada encuentro.
A veces me pregunto cuántos espectadores más necesitan ver estas injusticias antes de darse cuenta que partidos como este carecen completamente de emoción. Quizás lo más sensato sería cerrar la puerta ante estas pantomimas y exigir algo diferente.