En un mundo donde la indiferencia parece ser la norma, 30 países donantes de ayuda, con España a la cabeza, han levantado la voz para alertar sobre una situación desesperante en Sudán. En la ciudad de El Fasher y sus alrededores, el hambre se ha convertido en un enemigo silencioso que acecha a los civiles atrapados en un conflicto brutal. La realidad es desgarradora: la población se muere de hambre, mientras las rutas comerciales están cerradas y la ayuda queda bloqueada.
Un asedio sin fin
El Fasher, ubicada en la región de Darfur Norte, está bajo el asedio de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un grupo paramilitar que desde abril de 2023 ha desatado el caos al enfrentarse con el Ejército. La ONU ya advirtió sobre hambrunas devastadoras en los campos de desplazados, y lo peor es que la situación no solo se mantiene; se agrava día a día. Las cocinas comunitarias, esos refugios que antes ofrecían alimento a miles, han tenido que cerrar por falta de suministros. Así lo ha expresado José Manuel Albares, nuestro ministro de Asuntos Exteriores.
A esto se suma el descontrol total en los precios de los alimentos. ¿Cómo pueden las familias sobrevivir cuando hasta lo más básico les resulta inaccesible? En medio del conflicto, estamos hablando de violaciones brutales de Derechos Humanos y niveles alarmantes de violencia sexual. Además, un brote de cólera ha cobrado ya unas 2.500 vidas según fuentes oficiales sudanesas.
Los países donantes no pueden mirar hacia otro lado. “Esto no puede continuar”, claman con fuerza mientras piden al Ejército y a las RSF que respeten el Derecho Internacional. Exigen cese del asedio en El Fasher y una apertura constante del paso humanitario. Y aunque todo parece sombrío, hay quienes siguen luchando incansablemente para llevar esperanza a este rincón olvidado del mundo.