El eco de la música de Richard Wagner resuena entre los jardines cuidados de la villa Wahnfried, un lugar donde no solo descansan sus restos y los de su esposa Cósima, sino que también se respira historia. Curiosamente, junto a ellos reposa un pequeño homenaje: el cuerpo de uno de sus queridos perros. Este rincón sagrado es más que una simple tumba; es un testimonio del amor y la creatividad que definieron sus vidas.
Un paseo por el legado musical
Años atrás, las voces masculinas de la Coral Universitat Illes Balears, bajo la dirección de Joan Company, entonaron un fragmento de *Das Liebesmahl der Apostel* cerca de esta lápida, conectando así con el espíritu del compositor. Ahora, al visitar Wahnfried, uno no puede evitar sentir cómo Wagner sigue presente en cada rincón. Pasear por esos jardines es casi como entrar en una máquina del tiempo, donde cada flor parece contar una historia.
La biblioteca es otro tesoro escondido; repleta de ediciones antiguas y curiosidades literarias que van desde Shakespeare hasta Calderón. Convertida en sala para conciertos íntimos, este espacio invita a un momento de reflexión y admiración ante las obras que marcaron una época.
No se puede dejar Bayreuth sin detenerse en el museo que exhibe vestuarios impresionantes usados por grandes figuras del festival veraniego. Allí podemos contemplar el traje que transformó a Simon Estes en el legendario Holandés Errante o ver a Gwyneth Jones, convertida en heroína wagneriana. Y justo al lado está la casa donde Franz Liszt, amigo y suegro de Wagner, pasó sus últimos días antes de fallecer; un hogar cargado de memorias y soledad.
Aunque Cósima decidió mantener distancia con su padre durante esos momentos finales, lo cierto es que su legado sigue vivo aquí. Mientras paseamos por estas calles impregnadas del arte musical, no podemos evitar recordar las palabras del gran Thomas Mann: «Vivimos igual que soñamos: solos».
Pasear por Bayreuth es sumergirse en una experiencia única e inolvidable; desde los pianos históricos hasta pequeñas iglesias donde organistas locales ensayan melodías ancestrales. Cada paso revela algo nuevo y emocionante para aquellos dispuestos a escuchar.