Este fin de semana, el icónico mirador del Colomer en Formentor se convirtió en un auténtico epicentro de ruido y desmadre. Con altavoces a todo volumen y una botellona que no dejaba espacio para la tranquilidad, muchos nos preguntamos: ¿qué está pasando aquí? La belleza de Mallorca no debería ser tirada a la basura por unos pocos que creen que pueden disfrutar sin pensar en los demás.
Un grito de auxilio desde la comunidad
Los vecinos de la zona, cansados de estos episodios festivos que parecen más una invasión que una celebración, han alzado la voz. “No podemos ni abrir las ventanas”, decía uno de ellos, visiblemente molesto. Y es que esta situación no es nueva; se repite cada verano como si fuera un ritual. Nos duele ver cómo nuestros espacios naturales se convierten en escenarios para fiestas masivas, donde el respeto brilla por su ausencia.
A pesar de las denuncias y del clamor popular, parece que nadie escucha. ¿Hasta cuándo permitiremos este monocultivo turístico? ¡Es hora de poner freno! La esencia de nuestra isla merece ser preservada y disfrutada sin estridencias ni excesos. Porque al final, lo que realmente queremos es vivir en armonía con el entorno, disfrutando del paisaje sin tener que soportar estas situaciones indeseadas.