El pasado 11 de agosto, la tierra tembló con fuerza en el oeste de Turquía. Un terremoto de magnitud 6.1 dejó a su paso una estela de destrucción en el distrito de Sindirgi, en la provincia de Balikesir. La tragedia se cebó con un anciano de 81 años que, tras ser rescatado entre los escombros, no pudo sobrevivir a pesar de los esfuerzos heroicos del equipo de emergencia. Este hombre fue la última víctima encontrada entre los restos de dos edificios colapsados, sumándose a un doloroso recuento que ya alcanzaba las cinco personas.
La comunidad se une ante la adversidad
Aparte del fallecido, al menos 29 personas resultaron heridas, aunque parece que, afortunadamente, ninguno sufrió lesiones graves. El ministro del Interior turco, Ali Yerlikaya, se mostró esperanzado por la pronta recuperación de estos afectados y subrayó que todos deben mantenerse alerta: «Si notan alguna grieta visible o sienten inquietud sobre sus edificios, lo mejor es evitar entrar esta noche».
La situación ha llevado a las autoridades locales a activar protocolos inmediatos para ayudar a los damnificados. Yerlikaya agradeció la colaboración del municipio y de la Media Luna Roja turca por establecer un campamento donde se están ofreciendo sopa caliente y otros alimentos necesarios para quienes han perdido su hogar.
Por su parte, el alcalde Ahmet Akin envió sus condolencias a la familia del difunto y compartió en redes sociales las iniciativas puestas en marcha para asistir a los afectados. Mientras tanto, el temblor también resonó hasta Estambul y desencadenó una serie impresionante de 41 réplicas, manteniendo a todos en vilo.
No podemos olvidar lo frágil que puede ser nuestra seguridad; este evento nos recuerda que debemos estar siempre preparados ante lo inesperado.