El Caló del Moro, un rincón que muchos ni siquiera conocían en Santanyí, ha sido testigo de un cambio que resuena en las voces de quienes han decidido alzar la voz. Antes solo lo pisaban marineros y contrabandistas, pero hoy, con el turismo desbordando cada rincón de nuestras islas, el paisaje ha cambiado. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que nuestros parajes se conviertan en meros decorados?
La gota que colma el vaso
Mientras tanto, los animalistas hacen eco en Palma con su grito claro: «¡No queremos galeras de caballo!» Es hora de poner fin a esta explotación animal que ya no podemos seguir ignorando. Y no solo eso; los trabajadores del handling de Aena enfrentan una situación insostenible entre pulgas y cucarachas. ¡Es una vergüenza! Menorca tiene sed; sus campos están bebiendo agua como si se tratara de un recurso infinito.
Lourdes Melis Gomila lo dice bien claro: «La turismofobia es comprensible». ¿Acaso no nos damos cuenta de que estamos tirando a la basura nuestra esencia? Este verano recordaremos cómo Kubala ‘se exilió’ a Portocristo, una historia digna de contar en tiempos donde el monocultivo turístico amenaza con ahogarnos.