En un contexto cada vez más tenso, Camboya ha hecho un llamado urgente para que se detengan los combates en su frontera con Tailandia. La escalada de violencia ha dejado a todos preocupados, y el embajador camboyano ante las Naciones Unidas, Chhea Keo, no se ha andado con rodeos. “Pedimos un alto el fuego inmediato e incondicional”, ha afirmado. Y es que, tras una reunión a puerta cerrada del Consejo de Seguridad, sus palabras resonaron como un eco de desesperación.
Un conflicto que no cesa
El secretario de Estado de Exteriores camboyano, Kung Phoak, ha añadido que Camboya busca una solución pacífica amparándose en el Derecho Internacional. “No somos los agresores; actuamos para defender nuestro territorio”, enfatizó con firmeza. Sin embargo, no todo es tan sencillo. Por otro lado, el Ministerio de Exteriores tailandés también ha defendido su posición. El representante ante la ONU expresó claramente su rechazo al uso de la fuerza y abogó por resolver conflictos mediante el diálogo.
Las tensiones han ido en aumento tras un incidente reciente donde cinco soldados tailandeses resultaron heridos por una mina antipersona cerca de la frontera. Desde entonces, las acusaciones han volado entre ambos países como pájaros heridos. Mientras Camboya sostiene que Tailandia está intensificando el conflicto, Tailandia niega haber atacado el famoso templo de Preah Vihear y califica las afirmaciones como meras “fake news”.
En medio de este caos humanitario, Naciones Unidas se ofrece para ayudar si así lo requieren ambas naciones. ¿Pero será suficiente? La situación ya ha cobrado víctimas civiles y UNICEF pide máxima moderación para proteger a los niños afectados por esta lucha sin sentido.
A medida que el ambiente se torna más sombrío y la paz parece lejana, tanto Camboya como Tailandia deben recordar que en este juego de poder siempre hay inocentes atrapados entre las balas. Un alto el fuego real podría ser la única esperanza antes de que sea demasiado tarde.