Sa Riera no es un lugar nuevo, pero se ha convertido en uno de esos puntos críticos que marcan el mapa del chabolismo en Palma y sus alrededores. Al lado del torrente que lleva su nombre, junto a un parque y cerca del cementerio, este asentamiento ha ido creciendo poco a poco, dejando claro que el urbanismo descontrolado está aquí para quedarse.
Al acercarte al lugar, puedes ver cómo las chabolas se alinean a lo largo del flanco del torrente, especialmente cerca del cementerio. Los residentes han adaptado su espacio a su manera: hay aparcamiento amplio y vehículos de todo tipo —incluso algunos de alta gama— estacionados junto a esas construcciones improvisadas donde mesas, sillas y sombrillas dan un toque casi hogareño. Y no muy lejos de allí, bajo el puente y justo al lado del ‘skatepark’, reside el núcleo más fuerte de este asentamiento. A veces, el murmullo de un generador eléctrico rompe la tranquilidad del entorno.
Una realidad ignorada
Cruzando el puente hacia la ladera del campo de fútbol Miquel Nadal, la vista revela una fila ordenada de chabolas. Desde arriba se aprecia con claridad cómo este ‘urbanismo’ descontrolado ha tomado forma en un espacio donde inicialmente eran los rumanos quienes pusieron las bases. Han creado incluso una vía para conectar ambos lados del torrente, aunque la suciedad se acumula sin pudor ante la mirada curiosa de gatos vagabundos y algún que otro roedor.
A pesar de los esfuerzos por recoger la basura acumulada en algunos rincones cercanos a este parque público y al camí de Jesús —una vía por donde pasan miles de coches cada día— parece que nada cambia. Las quejas van aumentando entre los usuarios del parque Sa Riera y los amantes del ‘skatepark’, quienes critican no solo cómo se dirigen hacia ellos algunos habitantes sino también la humareda y ruido constantes que generan. La sensación es clara: están viviendo con impunidad en uno de los asentamientos más conocidos dentro del creciente panorama del chabolismo en Palma.