En el corazón del Camí Nou, en Son Cladera, los vecinos han levantado la voz tras años de impotencia. Cada noche, el rugir de motores que superan los 100 km/h se convierte en un eco inquietante. A pesar de las señales que limitan la velocidad a 40 km/h, parece que para algunos conductores estas normativas son solo una sugerencia.
Una batalla constante por la seguridad
«Por las noches pasan a más de 100 por hora», lamenta uno de los residentes, quien observa con angustia cómo sus hijos juegan cerca de esta vía. En su búsqueda por soluciones, han solicitado la instalación de elementos disuasorios que inviten a los automovilistas a frenar un poco el pie. Especialmente después del puente que cruza la autopista de Inca, donde la inclinación parece ser un aliado para acelerar aún más.
A veces, se puede ver a la Policía Local haciendo su trabajo con radares y multando a quienes ignoran las reglas. Pero eso no calma la ansiedad colectiva; cada día temen que un accidente grave pueda ocurrir. Las velocidades excesivas son un verdadero peligro, y lo saben bien aquellos que viven cerca.
No es solo una cuestión de cifras; es sobre todo una cuestión humana. La cercanía de zonas residenciales hace aún más preocupante este descontrol automovilístico. Los residentes no quieren esperar a que ocurra una tragedia para hacerse escuchar. Es tiempo ya de actuar y poner fin a esta situación insostenible.