Nos encontramos en un momento crítico, donde la seguridad de nuestro entorno se siente amenazada. La reciente preocupación por el destino de las cosas bellas en nuestra tierra es más que evidente. En este rincón del Mediterráneo, cada día escuchamos historias que nos conmueven y también nos indignan. Y es que, en una realidad donde más de la mitad de los catalanes no tendrán la oportunidad de heredar un hogar, ¿qué futuro nos espera?
Un clamor contra la barbarie urbanística
La escena es desgarradora: una grúa tira a la basura los restos de obras ilegales en Cala Corb, lanzando escombros al mar. Pero eso no es todo, porque Palma cuenta con más de 15.000 viviendas turísticas ilegales, lo que plantea un monocultivo turístico insostenible y perjudicial para nuestra cultura y nuestras raíces.
En medio de todo esto, voces como las del tío de Rafa Nadal resuenan con fuerza: “A Mallorca hablamos catalán, así lo dicen los filólogos”. Este llamado a la identidad se mezcla con el clamor unánime de agricultores y propietarios que se oponen al tren entre sa Pobla y Alcúdia. Cada vez más, sentimos la necesidad de unirnos y reclamar lo que es nuestro.
Aquí estamos nosotros, luchando por preservar lo bello frente a quienes solo ven cifras. ¿Qué legado dejaremos si permitimos que destruyan nuestra esencia? Es hora de actuar y defender nuestros espacios.