El ambiente se torna tenso en la ciudad iraquí de Kirkuk, donde al menos tres cohetes han aterrizado sin piedad en el aeropuerto y también en una zona residencial cercana. A pesar del estruendo y la preocupación que esto ha generado, el Aeropuerto Internacional de Kirkuk ha asegurado a través de su cuenta oficial de Facebook que todo sigue funcionando como si nada hubiera pasado. Nos dicen que «no hay pérdidas materiales o humanas» y que los vuelos continúan operando con normalidad. Pero, ¿realmente podemos confiar en ello?
Un eco de inseguridad
Fuentes de seguridad revelan que dos de esos cohetes fueron a parar a la base militar dentro del aeropuerto, donde se encuentran tropas del Ejército iraquí y milicias proiraníes. Sin embargo, el gobernador Rebuar Taha ha tranquilizado a los ciudadanos diciendo que el tercer proyectil cayó sobre una vivienda en Al Uruba, dejando solo daños materiales. Aunque no haya víctimas, ¿qué pasa con la sensación de vulnerabilidad? La inseguridad acecha cada rincón.
Este ataque no es un hecho aislado; hace poco, el Gobierno iraquí denunció ataques previos con drones contra diversas instalaciones militares justo antes del alto el fuego entre Israel e Irán. Estos incidentes reflejan un clima de tensión constante que parece no tener fin. Y mientras las autoridades aseguran que están investigando lo sucedido y formando comités para encontrar a los responsables, nosotros nos preguntamos: ¿qué más tiene que suceder para que tomemos conciencia? En este ciclo violento e impredecible, lo único claro es que la paz sigue siendo un anhelo distante.