Mari Boya, a sus 21 años, se ha convertido en la nueva promesa de la Academia de jóvenes pilotos de Aston Martin. Este fin de semana hizo su debut con los colores del equipo británico en el GP de Austria y, mientras comparte su emoción por este nuevo paso en su carrera en la Fórmula 3, también recuerda con humildad sus orígenes. Y es que, aunque las luces del automovilismo brillen con fuerza para él, nunca se olvida de su familia y del negocio que regentan: un supermercado al que ayuda siempre que puede.
Un sueño que comienza a tomar forma
En una entrevista exclusiva con MARCA, Mari habla claro sobre cómo ha evolucionado desde su llegada a la F3. Con un podio logrado en Mónaco bajo el brazo, muestra esa sencillez propia de quien está “a dos pasos” de alcanzar un sueño acariciado desde niño. Él mismo reconoce que sin el fervor por Fernando Alonso de su familia, tal vez hoy no estaría aquí.
“La experiencia es clave”, dice mientras reflexiona sobre los aprendizajes acumulados durante estas temporadas. Este campeonato le ha enseñado a manejar situaciones complicadas y mejorar cada día como piloto. Su estilo agresivo busca siempre la victoria, aunque admite que este enfoque no siempre es el mejor para categorías como la F3. Sin embargo, él continúa trabajando para adaptarse y sacar lo mejor de sí mismo.
No hay duda de que está comprometido; ha estado buscando maneras de perfeccionar su rendimiento incluso fuera del circuito. Desde trabajar con una psicóloga deportiva hasta entender cómo manejar mejor la presión inherente a estar tan cerca del objetivo final: la Fórmula 1.
“Estamos todos muy ilusionados”, dice refiriéndose a sus compañeros españoles como Pepe Martí y Bruno Del Pino. Juntos han formado una generación fuerte que promete revitalizar el automovilismo español después de años dominados por las figuras consagradas.
Pese al desafío monumental que representa llegar al máximo nivel del automovilismo mundial, Mari mantiene los pies en la tierra y sigue ayudando en el supermercado familiar cuando tiene tiempo libre. “No me da vergüenza; estoy orgulloso del esfuerzo diario de mi familia”, confiesa entre sonrisas.