Cultura

Joaquín Reyes: La comedia como espejo de una política desvergonzada

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El calor madrileño nos recibe con un sol de justicia, mientras yo espero en la puerta de El Café Comercial. De repente, ahí está él, Joaquín Reyes, que aparece casi como si se hubiera materializado. Con su habitual humor y ese toque de ironía tan característico, me saluda con un acento que juega a ser ruso y una mochila de peluche que le compró a su hija. Es curioso cómo el tiempo parece haberle tratado bien; aunque ha perdido algo de esa chispa cómica que todos recordamos.

Una mirada crítica sobre la política actual

Reyes va a actuar en el festival Río Babel este 4 de julio, entre una constelación de artistas que promete hacer reír al respetable. Sin embargo, cuando hablamos sobre su estilo y los límites del humor en tiempos oscuros, se muestra cauteloso. “La normalización de la desvergüenza es alarmante”, comenta con seriedad. Él mismo admite que hoy los cómicos nos quedamos cortos; la sátira se siente impotente ante una realidad tan absurda.

A pesar de sus reflexiones profundas, hay destellos del humor absurdo que tanto le gusta practicar. Me cuenta anécdotas familiares donde el humor también ha sido un modo de lidiar con el dolor, como ese concurso improvisado de chistes tras el entierro de su padre. “Es una catarsis”, dice con una sonrisa melancólica.

No obstante, también revela sus reticencias a parodiar personajes recién fallecidos. “Me da pena”, confiesa. Pero es claro: lo surrealista y lo costumbrista son su campo favorito; se siente más cómodo creando distancias temporales en las bromas.

Ciertamente, no todo es risas para él; reconoce que algunos personajes parodiados reaccionan mal, como Sánchez Dragó o Javier Marías. Pero al final del día, trata siempre de mantener el respeto por los demás.

En esta era digital donde las redes sociales parecen robar la esencia del humor genuino, Joaquín opta por mantenerse alejado del circo virtual: “No tengo necesidad alguna de exponer mi vida”. Agradece estar conectado con lo real y no perderse en la vorágine del narcisismo moderno.

La conversación fluye entre risas y reflexiones profundas sobre nuestro tiempo: “Echo mucho de menos cuando la política era aburrida”. Y así es como este hombre sencillo nos recuerda que detrás del telón cómico hay un observador agudo dispuesto a mirar más allá del chiste fácil.

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