Imaginemos que estamos en una tarde fría del 22 de diciembre de 1808. En el Theater An Der Wien, en Viena, un joven Beethoven se encuentra frente a su piano, rodeado de más de veinticinco músicos. El aire está cargado de emoción y expectativa. Ese día, el maestro no solo dirige; también improvisa, desafiando a sus músicos a seguirle la corriente mientras estrenan obras que más tarde se convertirían en pilares de la música clásica. ¡Cuatro horas llenas de magia musical!
Un Viaje Musical Inolvidable
En esta jornada histórica, escuchamos por primera vez piezas como la Quinta y la Sexta Sinfonía, además del Concierto para piano número 4. Pero hoy, tenemos la suerte de revivir esa experiencia en el castillo de Bellver con nuestra querida Simfònica. A las 21:30 h., las notas resuenan nuevamente.
El Cuarto de Beethoven, con su riqueza sonora, es fascinante desde el principio. Comienza con cuatro notas repetidas que parecen ser un canto inspirador. Algunos dicen que es el eco del trino de un pájaro que Beethoven escuchó durante sus paseos por los bosques vieneses. ¿No es poético pensar que una simple melodía pueda estar conectada con la naturaleza?
Para el segundo movimiento, según el gran Franz Liszt, Beethoven crea un diálogo entre Orfeo y los dioses para rescatar a Euridice. Aquí no hay fusión entre orquesta y piano; cada uno responde a su manera, creando una conversación musical sublime en apenas cuatro minutos.
Cerramos este viaje musical con un rondó atípico donde los temas se entrelazan pero siempre mantienen su esencia. ¿Es música programática? Puede que no lo sea exactamente, pero estas interpretaciones enriquecen aún más nuestra experiencia al escuchar una obra tan clave.
No olvidemos que Beethoven dedicó este concierto al archiduque Rodolfo de Austria, quien era también pariente lejano del famoso Luis Salvador de Austria… Por lo tanto, podríamos decir sin exagerar que hay un hilo que nos conecta con Mallorca.