En una noche mágica en Palma, Jesús Terrés presentó su nuevo libro, Vivir sin miedo, en el lujoso Hotel Victoria Gran Meliá. Un evento que reunió a un grupo de apasionados por la literatura, donde se respiraba esa conexión especial entre autor y lectores. «Escribo para vivir, porque estoy vivo, para seguir viviendo», nos decía con una sinceridad que resonaba en cada rincón del salón.
Un viaje emocional hacia lo auténtico
Desde 2020, cada sábado comparte sus relatos más íntimos con más de 38.000 personas. ¿Y cómo empezó todo? Con la necesidad de expresar sus miedos y anhelos. Como quien lanza una botella al mar esperando respuesta, no le importaba si había solo cuatro o cinco lectores al otro lado; lo esencial era escribir desde las entrañas. “Cada uno de esos relatos son cartas directas a personas que no conozco”, confiesa.
Lo sorprendente ha sido descubrir cómo sus experiencias resuenan con las de otros: «Nuestros conflictos son más parecidos de lo que pensamos; todos atravesamos puentes similares: el miedo, la pasión y la emoción». Su tercer libro es precisamente eso: un reflejo de esa conexión humana.
Al preguntarle sobre su visión del hedonismo en un mundo obsesionado con el estoicismo y el trabajo duro, Jesús se muestra claro: hay que celebrar los pequeños placeres de la vida. Desde un café al atardecer hasta un abrazo sincero; esas son las cosas que realmente cuentan. Para él, como bien dice Epicuro: “El placer es el principio y el fin de la vida feliz”.
Sus seguidores le hacen preguntas sobre amor, amistad y recomendaciones locales en su Consultorio sin miedo. La pregunta más frecuente es “¿Cómo olvidar?”, mientras que una inesperada fue “¿Qué se le puede pedir a la vida?”. Y es que esta pequeña comunidad sensible está unida por una empatía profunda.
A medida que disfrutamos del verano mallorquín, Jesús recomienda planes sencillos pero inolvidables: comenzar con un desayuno espectacular en Arrels by Marga Coll, seguido de un baño en su cala mágica y terminar paseando entre encinas al anochecer por la Serra de Tramuntana. Porque Mallorca tiene ese encanto infinito que siempre nos deja sin palabras.