El reciente anuncio del batle de Palma sobre la construcción de nuevos pisos ha dejado a muchos con una sensación de escepticismo. Y es que, según los datos, un 60% de estas viviendas ya estaban contempladas en el Plan General. Parece que estamos atrapados en un ciclo donde se prometen soluciones a gritos, pero lo único que vemos son más dudas y menos respuestas.
Caminos llenos de obstáculos
Mientras tanto, la ciudad no deja de enfrentarse a problemas cotidianos. Por ejemplo, las obras del aeropuerto han dejado su huella: un sostre de vidre roto y un paisaje transformado por la actividad incesante. La situación se complica aún más con los residuos acumulados tras la noche de Sant Joan, donde lugares emblemáticos como el Caló del Moro amanecieron cubiertos de basura. Es una imagen que nos duele y nos indigna.
Y no solo eso; los conductores de autobús también están al límite con el tráfico descontrolado en la Tramuntana. “Esto pone en riesgo a todos”, afirman desesperados mientras intentan cumplir con su labor diaria. En medio de todo este caos, el PP y Vox buscan amnistiar obras ilegales en la Serra, dejando claro que algunos parecen estar más interesados en sus propios intereses que en el bienestar común.
A medida que avanzamos hacia un futuro incierto, donde inversiones millonarias como los 3.800 millones anunciados por Prohens prometen cambios radicales, surge una pregunta inquietante: ¿realmente estamos construyendo para mejorar nuestra calidad de vida o solo tirando a la basura nuestras oportunidades?