Aina Bauzá, una joven regatista palmesana nacida en 1994, está a punto de embarcarse en una nueva aventura. En octubre, cruzará el Atlántico por segunda vez, esta vez junto a su compañera Axelle Pillain, a bordo del Grand Rhino. Su destino: la Transat Café L’Or, un reto que une Le Havre con Martinica y que forma parte de la tradición de la famosa Jacques Vabre.
Un camino lleno de obstáculos
Tras haber conseguido un meritorio tercer puesto en la ArMen Race y con las miras puestas en la Rolex Fastnet y la Race Malouine, Aina se encuentra en busca de financiación. Aunque ya cuenta con el respaldo del Club de Vela del Port d’Andratx y algunas empresas como Astilleros de Mallorca y Engie, sigue faltando un 60% del presupuesto necesario para competir «con garantías». Ella misma lo dice: «Es duro decirlo, pero tengo más patrocinadores fuera, en Francia, que aquí en Mallorca». Esta confesión refleja una realidad cruda para muchos deportistas locales que intentan hacer brillar su talento sin el apoyo suficiente.
Aina ha estado tocando puertas por toda Mallorca buscando ese apoyo local tan deseado. Sin embargo, cada respuesta negativa se siente como un jarro de agua fría. «Hemos intentado tocar muchas puertas», lamenta. A pesar de ello, no pierde la esperanza y continúa soñando con proyectos más grandes; su objetivo final es participar en la Vendée Globe. Pero antes debe enfrentarse a competidores que cuentan con presupuestos mucho mayores.
La regatista también señala cómo en Francia existe un mejor sistema para atraer patrocinadores: «Allí se les puede mostrar el barco y hacerles sentir parte del proyecto». Con eso en mente, Aina sigue luchando por su sueño mientras espera que alguien confíe en ella y su equipo para darles esa oportunidad tan necesaria.
«Ojalá alguna empresa o persona se fije en nosotras», expresa Aina con ilusión. Y es que detrás de cada travesía no solo hay esfuerzo físico; también hay una historia que contar y una pasión por el mar que merece ser reconocida.