El conflicto sigue escalando. Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), ha dado un toque de alarma al confirmar que los recientes bombardeos estadounidenses han causado daños muy significativos en la base nuclear subterránea de Fordo. A pesar de esto, asegura que no hay evidencia de fugas hasta el momento, lo cual es un alivio, pero la preocupación persiste.
Los cráteres visibles tras los ataques son prueba del impacto devastador que han tenido estas operaciones militares. Aunque nadie puede medir con precisión las consecuencias, las palabras de Grossi dejan claro que la situación es delicada. En su intervención ante la Junta de Gobernadores del OIEA, hizo hincapié en cómo el uso de bombas antibúnker podría haber comprometido seriamente las centrifugadoras en esta instalación crucial.
Un llamado a la calma y al diálogo
No solo Fordo ha sido blanco; también se ha atacado la planta de enriquecimiento de uranio en Natanz y otras instalaciones relacionadas con el proceso nuclear. Sin embargo, Irán no ha reportado aumentos en los niveles de radiación y Grossi subraya la necesidad urgente de observadores independientes para evaluar el daño real. “Esto podría convertirse en un conflicto grave”, advierte.
Grossi pide a todas las partes involucradas que opten por el diálogo. Sin él, tememos que “la violencia y la destrucción podrían alcanzar niveles inimaginables”. En sus propias palabras: “Irán, Israel y Oriente Próximo necesitan paz”. Lo cierto es que esta escalada militar no solo pone vidas en riesgo, sino que también frena cualquier posibilidad diplomática para resolver esta crisis.
El OIEA busca retomar sus inspecciones sobre el terreno para comprobar los arsenales nucleares iraníes. La tensión está palpable; Washington observa con recelo esos 400 kilos de uranio enriquecido al 60 por ciento que tanto temen. Por eso, Grossi hace un último llamado: “Debemos volver a las negociaciones”, porque solo así podremos garantizar un futuro más seguro para todos.