Hoy nos despertamos con la noticia del fallecimiento de Benet Melción, el hombre que tomó una decisión fatal al acabar con la vida de su esposa en Puigpunyent. A sus 82 años, Melción ha dejado este mundo en el hospital Son Espases, donde su estado se había deteriorado en las últimas semanas. La historia detrás de este triste suceso es un recordatorio escalofriante de los estragos que puede causar la violencia de género.
Un acto desgarrador
El fatídico día fue el 19 de marzo, cuando Melción disparó a su mujer, Joana Borrás, mientras ella dormía. Intentó disfrazar lo sucedido como un pacto suicida, disparándose a sí mismo y provocándose heridas leves. Pero algo no cuadraba; las llamadas desesperadas que hizo al 112 y los mensajes a sus hijos dejaron entrever una realidad más oscura. En una de esas llamadas llegó a decir: “Venid a buscarme, que he fallado el disparo”, dejando claro que no era una decisión compartida.
A medida que la investigación avanzaba, se descubrió que Melción había contactado con sus hijos antes del crimen pidiéndoles ayuda para llegar a casa a primera hora. La víctima tenía planes para esa mañana y no había señales de una crisis inminente. Todo apuntaba a un acto premeditado y violento.
A pesar de su delicada salud y la defensa que abogaba por el archivo del caso debido a ello, las circunstancias del crimen pesaban demasiado. Un juzgado decidió mantenerlo en el hospital pero sin prisión preventiva, aunque también con restricciones para comunicarse con sus hijos, quienes habían denunciado el maltrato habitual hacia Joana.
Es desgarrador pensar que justo antes del asesinato ella iba a firmar la venta de su hogar junto a uno de ellos; tal vez esa fue la chispa que encendió la tragedia. Este caso nos deja reflexionando sobre cómo el silencio y los secretos pueden convertirse en armas letales.