En el corazón de Valencia, el Levante ha dado un paso de gigante hacia la Primera División, y su entrenador, Julián Calero, se ha convertido en el símbolo de esta hazaña. El míster de Parla no solo ha dirigido al equipo; ha sido un verdadero faro de esperanza y determinación en medio de una tormenta. Salió del estadio El Plantío con una sonrisa que decía más que mil palabras.
Un camino lleno de desafíos
El ascenso no ha sido sencillo. Calero recuerda con emoción los momentos difíciles que han enfrentado: «Hemos tenido muchas circunstancias complicadas. La maldita DANA que nos azotó, las salidas inesperadas de jugadores clave como Andrés García y Kocho, y los problemas económicos que nos obligaron a ajustar cuentas». Pero en vez de dejarse vencer por la adversidad, este equipo se levantó más fuerte. «Con estos compañeros (los jugadores), hemos conseguido el éxito», añade con orgullo.
Es cierto que se habla mucho del ‘Levante de Calero’, pero él mismo quiere dejar claro que esto es una victoria colectiva: «Este es el Levante de mucha gente. No es mi Levante; lo siento como mío porque todos hemos puesto nuestro granito de arena». Y ahí está la esencia del club: un espíritu comunitario inquebrantable.
A pesar del pasado reciente marcado por miedos y cicatrices dolorosas, Calero es firme en su mensaje: «Hemos venido para quedarnos. No queremos volver a Segunda». Con esa mentalidad positiva inyectada en cada jugador, están listos para enfrentar cualquier desafío que venga.
A veces hay que mirar hacia atrás para entender el camino recorrido. Este Levante ya no vive anclado al miedo a perder; han aprendido a construir energías positivas desde las cenizas del pasado. Como dice Calero: «Tú marcas tu destino», y ellos están decididos a forjar uno lleno de triunfos en la élite del fútbol español.