Sucesos

La tragedia de Ligia: un dolor que no se puede olvidar

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El 8 de julio de 2005, la vida de muchas personas cambió para siempre en Palma. En un trágico suceso, dos niñas, Samantha de 12 años y Carolina de 9, fueron encontradas sin vida en un piso de la calle Morlà, junto a su madre, Ligia G.D., quien también había puesto fin a su sufrimiento. Esta historia nos habla no solo de un doble crimen y un suicidio desgarrador, sino también del dolor que envuelve a quienes quedan atrás.

Un día cualquiera que terminó en pesadilla

Ligia era una madre dedicada que había luchado contra vientos y mareas. Conoció el amor y el desamor en su camino; había sobrevivido a malos tratos en su anterior matrimonio y anhelaba dar lo mejor a sus hijas. Aquella fatídica noche, decidió llevarlas al cine antes de regresar al hogar que compartía con Pablo, su pareja policía nacional. Sin embargo, nadie sabía que tras esa fachada de normalidad se escondía una profunda depresión.

En una decisión fatal y devastadora, Ligia tomó la pistola del altillo del lavacoches donde trabajaba Pablo. Al volver a casa, la oscuridad se apoderó de ella y acabó con la vida de sus pequeñas antes de quitarse la suya. La escena fue tan impactante que el Grupo de Homicidios tuvo que actuar rápidamente. Pablo fue detenido brevemente como parte del protocolo. Pero pronto quedó claro que él no tenía nada que ver con esta tragedia inimaginable.

Pablo recuerda ese día como uno lleno de incertidumbre: «No sospechaba nada mientras trabajaba en el lavacoches», dice entre sollozos. Cuando llegó a casa y encontró las persianas cerradas, algo dentro suyo le dijo que algo estaba muy mal. Y así fue; descubrió los cuerpos inertes de sus queridas hijas y luego el cuerpo sin vida de Ligia. «Nunca pensé que podría vivir algo así».

Lo más duro para él fue sentirse atrapado entre ser testigo del horror y ser considerado sospechoso por ello: «Era lógico mi arresto; mi arma estaba involucrada» reflexiona ahora con voz quebrada. No obstante, esa detención fue otro golpe más para él: “Me sentí doblemente víctima”, confiesa mientras intenta lidiar con el abrumador dolor.

A veces es difícil entender cómo alguien puede llegar a hacer algo tan horrible; pero detrás hay historias complejas llenas de sufrimiento humano. La pérdida es insuperable para todos los involucrados y nos deja reflexionando sobre la fragilidad emocional en nuestras vidas cotidianas.

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