El escenario en la ciudad de Jan Yunis, al sur de la Franja de Gaza, se torna cada vez más inquietante. El Ejército israelí ha lanzado nuevas órdenes de evacuación, instando a los residentes a abandonar sus hogares ante lo que han calificado como un «ataque sin precedentes» contra las llamadas organizaciones terroristas. Avichai Adrai, portavoz del Ejército en árabe, no ha dudado en advertir: «Deben evacuar inmediatamente hacia el oeste, a la zona de Al Mauasi». Un mensaje que resuena con fuerza y angustia entre quienes se ven forzados a dejar todo atrás.
Un panorama desolador
Con el telón de fondo de este éxodo forzado, el Ejército israelí ha reportado que solo en las últimas 24 horas han sido atacados “más de 160” objetivos en Gaza. En un comunicado se afirmaba que su Fuerza Aérea sigue operando intensamente contra estas organizaciones, destruyendo infraestructuras y eliminando a lo que consideran terroristas. Pero aquí la situación es mucho más compleja; tras el inicio de la Operación ‘Carros de Gedeón’, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, decidió reanudar la entrada de ayuda humanitaria después de semanas bajo bloqueo.
Las cifras son devastadoras: desde que Israel rompió un alto el fuego pactado con Hamás a principios del año y reanudó su ofensiva tras los ataques del pasado 7 de octubre —que dejaron alrededor de 1.200 muertos—, las autoridades gazatíes han contabilizado más de 53.300 palestinos fallecidos. ¿Y nosotros qué hacemos ante esta tragedia? Las vidas destrozadas por decisiones tomadas lejos del suelo donde ocurren estos horrores nos interpelan directamente.
Cada día se siente más fuerte ese eco desgarrador. La comunidad internacional observa mientras decenas de miles son obligados a desplazarse y perderlo todo una vez más. Es una crisis humanitaria sin parangón y aunque los números son escalofriantes, detrás hay historias personales que claman ser escuchadas.