En el mundo de la literatura, hay voces que resuenan más fuerte cuando los ecos del pasado se hacen presentes. Sebastià Alzamora, un nombre que ya ha dejado huella en el panorama poético español, vuelve a la carga con su nuevo libro ‘Sala Augusta seguit de Llengua materna’. Con este trabajo, celebra 30 años desde la publicación de su primer poemario y nos ofrece una reflexión profunda sobre un tema que a muchos nos preocupa: el crecimiento del fascismo y el autoritarismo que nos acecha.
Poesía como memoria colectiva
Alzamora utiliza la poesía para hablar de aquellas sombras que, aunque parezcan enterradas, siguen pesando en nuestra memoria colectiva. «La poesía puede abordar cualquier tema», dice él, y este es uno de esos casos donde la historia personal se entrelaza con una herida social abierta. Recuerda los terribles sucesos de la represión franquista, evocando un lugar que muchos conocen pero pocos asocian con ese horror: la Sala Augusta, un espacio donde ha disfrutado del cine pero también fue escenario de tortura. Su descubrimiento le impactó profundamente.
A medida que conversamos, Alzamora revela cómo comenzó a gestar este libro hace seis o siete años, mucho antes de que comenzáramos a ver el ascenso inquietante de la extrema derecha no solo aquí sino en todo Occidente. «Siempre he estado preocupado por nuestras libertades y derechos», confiesa. Es fácil pensar que son eternos hasta que te das cuenta de lo vulnerables que realmente son ante el autoritarismo.
A lo largo de sus versos, Alzamora lucha por dar voz a quienes han sido silenciados durante tanto tiempo. Reconoce la importancia de recordar las víctimas reales del fascismo frente a aquellos que intentan disfrazarse como tales en estos tiempos revueltos. «Las verdaderas víctimas fueron aquellas del levantamiento militar contra un gobierno democrático», afirma contundentemente.
Su segundo poema, ‘Llengua materna’, es un homenaje más íntimo a su madre y una mirada nostálgica a una Mallorca perdida; una isla llena de vida e industria antes del monocultivo turístico. Nos recuerda cómo lugares como Llucmajor solían ser prósperos gracias a sus fábricas de zapatos, ahora desaparecidas bajo el peso del turismo masivo.
Finalmente, Alzamora destaca su evolución como escritor desde aquel primer libro hace tres décadas hasta hoy: «Cada palabra cuenta» dice con convicción. En cada obra busca transmitir el peso necesario sin dejar nada al azar; porque al final del día, se trata también de mirar hacia atrás para comprender hacia dónde vamos como sociedad.