En Palma, el ambiente festivo se ha convertido en un tema candente que no deja a nadie indiferente. Los vecinos del paseo marítimo han decidido dar un paso al frente y expresar su malestar por las constantes boat parties que invaden su tranquilidad. Las noches, antes serenas, ahora están llenas de música estridente y comportamiento errático que perturba el descanso de quienes han elegido este lugar para vivir.
Un grito colectivo por el respeto
«No se puede disfrutar de un café en la terraza con este ruido», se queja Ana, una vecina que lleva años viviendo en la zona. Esta situación ha hecho que muchos sientan que sus derechos están siendo pisoteados por unas fiestas sin control. Lo que era un espacio común ahora parece más un festival interminable donde lo único que importa es la diversión a costa del bienestar ajeno.
A medida que las semanas pasan, la frustración crece. Es como si los responsables miraran hacia otro lado mientras los habitantes ven cómo su hogar se convierte en una fiesta continua. La comunidad pide a gritos medidas efectivas para frenar esta ola de descontrol y recuperar así ese equilibrio perdido entre diversión y convivencia.