La reciente clasificación del GP de Emilia Romagna dejó a los aficionados de Ferrari con un sabor amargo. Mientras Charles Leclerc saldrá desde la undécima posición y Lewis Hamilton, desde la doceava, el ambiente en Ímola se torna tenso. Este no es solo un mal día; es un reflejo de una crisis que parece no tener fin.
Una jornada para olvidar
Imágenes impactantes nos cuentan la historia: Fernando Alonso, con su AMR25, pasa por meta llevando una gran lona roja de Ferrari, mientras Leclerc se lleva las manos a la cabeza exclamando «Dios mío». ¿Y qué decir de Hamilton? Se baja del SF-25 sin dar explicaciones, dejando a todos boquiabiertos. En casa, donde se espera lo mejor, Ferrari ha caído al sexto lugar tras mejoras de Aston Martin y Williams.
No hay duda de que el rendimiento del SF-25 está muy lejos de lo esperado. La caída en Q2 no fue solo un tropiezo; es como si estuvieran atrapados en un hoyo del que no saben salir. Al final, el drama resuena: «Estamos en ninguna parte ahora mismo», dice Leclerc con claridad. Y Hamilton no oculta su frustración: «Devastados, me imagino», expresa.
A pesar de todo esto, Vasseur intenta mantener la calma: “Puede ser un 50-50 entre problema de rendimiento y problema de ejecución”. Pero esas palabras ya no son suficientes para apaciguar las críticas que empiezan a florecer en Italia. Un equipo que solía brillar ahora parece más cerca del abismo que nunca.
Parece que el tiempo corre en contra y cada carrera sin éxito es como una cuchillada para los seguidores rojos. La última victoria aquí fue hace casi dos décadas con Michael Schumacher; hoy, enfrentan una dura realidad en su propia casa. La desesperación está presente y los aficionados merecen mucho más que promesas vacías.