La llegada de Hansi Flick al FC Barcelona fue como un soplo de aire fresco, una decisión que llegó tras la inesperada salida de Xavi Hernández, anunciada desde enero de 2024. Joan Laporta y Deco apostaron por el alemán a pesar de su escueto currículum, donde brilló en el Bayern pero fracasó con la selección alemana. Una jugada arriesgada en un club asfixiado por las restricciones del ‘Fair Play’ financiero.
Flick: el artífice del renacer culé
Pero lo cierto es que esta Liga no se entiende sin el trabajo meticuloso de Flick. Ha llevado al Barcelona a reencontrarse con la élite europea, alzando tres títulos: Liga, Copa del Rey y Supercopa. Además, sus hombres estuvieron cerca de llegar a la final de Champions, cayendo ante el Inter en unas semifinales memorables. Nadie esperaba un rendimiento tan sobresaliente en esta temporada.
El sello personal de Flick se notó en cada rincón del equipo. Su mayor acierto ha sido dar confianza a los jugadores y establecer una meritocracia basada en su rendimiento; el que juega bien, juega. Desde el primer día dejó claro que no quería protestas hacia los árbitros; toda energía debía concentrarse en el juego. Y vaya si funcionó: menos tarjetas para sus futbolistas significó más efectivos disponibles para cada partido.
Su estilo también chocaba algo con lo tradicional del club, implementando un 1-4-2-3-1 muy efectivo. La trampa del fuera de juego se convirtió en una pesadilla para los rivales durante la primera parte del torneo. Todo esto, sumado a su habilidad para gestionar tanto a veteranos como a jóvenes talentos, mostró que había encontrado la fórmula mágica para construir un grupo sólido.
Algunos nombres brillaron con luz propia: Lamine Yamal, Pedri, Raphinha y Lewandowski fueron los motores indiscutibles del equipo. Con confianza total en ellos, lograron hacer realidad este gran título liguero bajo su batuta.