Imagínate volar a más de 6.100 kilómetros por hora, superando la barrera del sonido. Eso es lo que hacen los aviones hipersónicos, como el Talon-A de Stratolaunch. Sin embargo, estos titanes del aire tienen un propósito muy específico: aplicaciones militares. Por ejemplo, el Erinyes para el Departamento de Defensa de Estados Unidos es uno de ellos.
Lo fascinante del Talon-A es su capacidad para maniobrar sin depender del GPS, una ventaja estratégica en tiempos inciertos. En sus recientes vuelos de prueba, este avión ha demostrado un sistema innovador que le permite navegar gracias a una unidad de medición inercial (IMU), desarrollada por Northrop Grumman. ¿Y qué significa esto? Pues que puede seguir su rumbo incluso si los satélites deciden dejarlo tirado.
¿Cómo funciona esta maravilla?
La IMU utiliza sensores avanzados para calcular la trayectoria y movimiento del avión en tiempo real. Según Josei Chang, director sénior de tecnologías avanzadas en Northrop Grumman Mission Systems, el sistema funcionó perfectamente durante las pruebas y logró calcular con precisión la ruta que debía seguir.
Jonathan Green, director de tecnología en capacidades emergentes de Northrop, también se muestra optimista: «el hecho de que haya sobrevivido a esta primera prueba es un avance positivo». Esto no solo marca un hito tecnológico; también abre nuevas puertas para la aviación militar.
Pero centrémonos un momento en el Talon-A: construído con fibra y aluminio, este avión ligero pesa más de 3.600 kilos y está impulsado por un motor a combustible líquido desarrollado por Ursa Major. Con dos cabinas y un consumo mucho menor que otros modelos actuales, está diseñado para llevar cargas mientras alcanza velocidades hipersónicas.
Así que aquí estamos, al borde de una nueva era en aviación donde los límites son cada vez más difusos y las posibilidades parecen infinitas.