La mañana del 13 de mayo nos ha traído noticias desgarradoras desde la ocupada ciudad de Lugansk, donde dos valientes trabajadores de los servicios de emergencia han perdido la vida en un brutal ataque con drones. Las autoridades prorrusas no han tardado en alzar la voz, denunciando este acto como un crimen terrible contra los residentes que ya sufren tanto. Leonid Pasechnik, el gobernador prorruso de la región, utilizó su cuenta de Telegram para transmitir sus condolencias a las familias afectadas y para describir el escenario sombrío tras el ataque.
Según su relato, las Fuerzas Armadas ucranianas habrían atacado una planta de cemento antes de dirigir sus ataques deliberadamente hacia la brigada de bomberos que acudió a sofocar el incendio. ¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Es posible que estas acciones se conviertan en la norma? La noticia deja un sabor amargo y una sensación palpable de pérdida y dolor.
Un eco silencioso entre los escombros
Pasechnik también hizo referencia a los heridos, quienes están recibiendo atención médica necesaria mientras nosotros nos preguntamos cuántas vidas más tendrán que ser destruidas por esta guerra sin fin. Mientras tanto, las voces desde Ucrania aún no se han pronunciado sobre este trágico episodio. Lugansk, junto con Donetsk, Jersón y Zaporiyia, sigue atrapada bajo una sombra desde la anexión por parte de Rusia en octubre del año pasado—una decisión que ha sido rechazada rotundamente por la comunidad internacional.