En el corazón de Girona, los aficionados vivieron un partido cargado de emociones. Los blanquirrojos, que buscaban escalar en la clasificación, se encontraron con un obstáculo en forma de Villarreal, que les arrebató la victoria con un gol en el último suspiro, justo cuando el sueño parecía más cercano. Un gol en el minuto 89, obra de Etta Eyong, dejó a todos los presentes con un sabor amargo y una sensación de frustración palpable.
El camino hacia la salvación es complicado
Aunque el equipo todavía mantiene una distancia respetable respecto al descenso –seis puntos– la realidad es que cada partido parece convertirse en una batalla. Con solo nueve puntos en juego y enfrentándose ahora a rivales complicados como Valladolid y Real Sociedad, la presión se siente más intensa que nunca. La segunda vuelta ha sido cruel y las lesiones han hecho mella en el ánimo del grupo.
Míchel, su técnico querido por todos, no pudo estar presente físicamente pero su espíritu estuvo presente en Montilivi. Los cánticos y pancartas del público fueron un recordatorio del cariño que le tienen: “Te esperamos míster”, resonaba entre los seguidores mientras Salva Fúnez intentaba mantener el control desde la banda. Es evidente que este equipo tiene alma y lucha, pero necesita recobrar esa chispa para afrontar lo que viene.
La noticia sobre Van de Beek también ha caído como un jarro de agua fría: estará fuera entre cuatro y cinco meses tras pasar por quirófano. El neerlandés había encontrado su sitio en este equipo, participando activamente antes de su lesión. Ahora toca esperar su regreso y ver cómo se adapta nuevamente al ritmo del fútbol tras tanto tiempo alejado.
Así están las cosas para el Girona: luchando contra viento y marea, tratando de mantener viva la llama de la esperanza mientras mira hacia adelante con determinación.