La situación es alarmante. El número de beneficiarios directos de las becas de comedor ha caído en picado tras eliminarse el criterio de violencia machista. Esto no solo afecta a familias en riesgo, sino que pone en evidencia la falta de sensibilidad y compromiso por parte de quienes toman decisiones cruciales sobre el futuro de nuestros niños.
¿Qué está pasando?
No podemos quedarnos callados mientras las cifras descienden. Este cambio deja a muchos sin el apoyo necesario para garantizar que los más vulnerables puedan acceder a una comida digna durante su jornada escolar. Parece un juego cruel en el que los más perjudicados son siempre los mismos: los niños y niñas que, por culpa del sistema, ven cómo sus oportunidades se reducen.
Y, mientras tanto, vemos cómo la política se mueve entre intereses económicos y propuestas vacías. La pregunta que nos hacemos todos es: ¿dónde quedan nuestras prioridades? Al final, lo único que conseguimos es tirar a la basura una oportunidad valiosa para construir un futuro mejor.
No dejemos que esto pase desapercibido; hablemos y actuemos porque cada voz cuenta en esta lucha por un acceso equitativo a recursos básicos como son las becas. Este tema merece nuestra atención y acción inmediata.