Hoy el espacio parece un lugar más inalcanzable que nunca, especialmente tras conocer los planes de recortes que la Administración de Trump tiene en mente para la NASA y los programas espaciales estadounidenses. Muchos de estos cambios ya fueron anticipados por Jared Isaacman, el futuro candidato a administrador de la NASA, pero lo que se reveló el pasado viernes dejó a muchos boquiabiertos.
Un cohete en la cuerda floja
El protagonista de esta historia es el megacohete de Boeing, el Space Launch System (SLS), creado exclusivamente para la NASA desde 2011. Pero parece que su tiempo está llegando a su fin. Según el presupuesto presidencial del año fiscal 2026, después de la misión Artemis III, este coloso será retirado. La situación es aún más alarmante si consideramos que también la cápsula Orion, diseñada por Lockheed Martin, correrá la misma suerte tras esa tercera misión que tenía como objetivo llevarnos nuevamente a la Luna.
No podemos olvidar a la estación lunar Gateway, otro proyecto que queda en el aire. Este ambicioso plan iba a ser desarrollado junto a socios internacionales para apoyar futuras misiones con SLS y Orion. Ahora todo eso parece desvanecerse ante nuestros ojos.
El nuevo presupuesto plantea un recorte del 24% en las asignaciones para NASA, pasando de 24.800 millones a 18.800 millones de dólares. El sueño de volver a pisar nuestra Luna se aleja otra vez: cada lanzamiento tripulado bajo Artemis tendrá un coste estimado adicional de 4.000 millones de dólares.
Trump argumenta que el SLS es extremadamente caro; no le falta razón: solo su construcción ha superado los costos iniciales en un 140%. Y qué decir sobre los constantes retrasos; tras años esperando su primer vuelo en noviembre de 2022 como parte del programa Artemis I, ha resultado ser un éxito técnico pero con un alto precio financiero.
A medida que nos alejamos del sueño lunar, se abre una nueva puerta hacia Marte, donde Elon Musk se presenta como el caballero andante dispuesto a salvarnos con su Starship reutilizable. Trump respalda esta idea con fervor; durante su discurso inaugural prometió llevar nuestra bandera hasta las estrellas y más allá.
Aún queda mucho camino por recorrer antes de convertir ese sueño marciano en realidad. Se requieren acuerdos internacionales y miles dispuestos a arriesgarse sin mirar atrás. Pero al menos desde Washington hay una mano dispuesta a ofrecer apoyo gubernamental.
Aunque volver a pisar la Luna sigue siendo una prioridad para Trump —quien no quiere perder ante China— todo apunta hacia una serie de decisiones difíciles e inciertas después del Artemis III. Lo que sí sabemos es que muchos proyectos podrían quedar colgados mientras miramos hacia Marte con esperanza e incertidumbre al mismo tiempo.