En el corazón de La Femu, un barrio que parece estar viviendo su propio ‘baby boom’, la vida bulle. Desde hace un tiempo, las familias jóvenes y parejas se han ido mudando aquí, buscando ese refugio escaso donde poder encontrar una vivienda asequible en Palma. Sin embargo, a medida que los nuevos vecinos llegan y llenan los pisos recién construidos, se encuentran con una dura realidad: los servicios son escasos.
El pasado 20 de abril, un grupo de vecinos decidió alzar la voz en busca de soluciones. Reclamaron la creación de un parque inclusivo para sus pequeños, algo tan básico pero necesario. Y es que justo enfrente está la Fundación Nemo, haciendo del parque un lugar ideal para aquellos que tienen niños con necesidades especiales. Durante toda la jornada hubo actividades y conciertos; más de quinientas personas se hicieron presentes. La vida comunitaria aquí tiene fuerza.
Demandas urgentes para un barrio en crecimiento
A pesar del entusiasmo, no todo es perfecto. Tomás Carracedo y Rosa Arias, tesorero y presidenta de la asociación vecinal respectivamente, lamentan que el parque se haya quedado corto: «El parque está muy bien pero está muy vacío». Aunque hay planes para mejorarlo este año, aún no tienen fechas concretas para las obras.
Los vecinos piden mejoras como una estación de calistenia o incluso más puntos de luz: «Estamos a oscuras y en verano tenemos que usar linternas del móvil para localizar a los niños». Y lo más preocupante: «¿Por qué los perros siguen sueltos cuando hay un pipicán justo enfrente? Hacen sus necesidades donde juegan nuestros hijos», añaden con frustración.
Las carencias no terminan ahí; comparados con otras ciudades españolas, sienten que La Femu está estancada: «Faltan parques y bibliotecas… Aquí solo hay servicios pensados para el turismo», advierten sin tapujos.
Aún así, el barrio ha crecido desmesuradamente en la última década con unas 800 viviendas nuevas y unos 1.500 habitantes adicionales. Pero ¿qué pasa con los colegios? El nuevo CEIP Tramuntana apenas puede dar cabida a los niños del barrio; muchos padres deben llevar a sus hijos a centros lejanos, generando trayectos interminables por culpa de una planificación deficiente.
A medida que nuevas fincas continúan levantándose entre las calles del barrio, Carracedo observa cómo el precio de las viviendas ha subido vertiginosamente: “El primer piso que se vendió hace diez años costaba 180.000 euros; hoy mismo uno similar ronda los 400.000”. Con alquileres mínimos en Palma superando los 1.500 euros mensuales, muchos se preguntan si podrán acceder algún día a una vivienda digna.
Aunque La Femu sigue creciendo y desarrollándose –y queda espacio por construir– lo cierto es que sus habitantes cruzan los dedos esperando conseguir esos servicios básicos tan necesarios como un centro de salud adecuado.