La atmósfera en San Mamés era eléctrica. Al finalizar el partido, la grada estalló en una mezcla de frustración y rabia que resonaba entre los pasillos del estadio. Los jugadores del Athletic, junto a un público entregado, se enfrentaron a una realidad dolorosa tras la derrota ante el Manchester United en unas semifinales donde las decisiones arbitrales dejaron mucho que desear.
Una despedida llena de sombras
Ernesto Valverde, el entrenador del equipo local, no podía ocultar su incredulidad. «Es demasiado castigo», repetía mientras miraba al horizonte, como si esperara que el tiempo retrocediera y pudiera cambiar lo vivido esa noche. La confusión reinaba entre los jugadores y aficionados; muchos aún trataban de entender cómo se había llegado a ese punto. Las decisiones arbitrales fueron un verdadero quebradero de cabeza. El penalti concedido al United se sentía como un puñal para la afición, y la expulsión de Vivian por un ‘agarrón’ apenas digno de mención dejó a todos boquiabiertos.
Iñaki Williams lo resumió bien: «Hay jugadas que generan dudas». Con razón, ya que mientras se pitó un penalti más que discutible, hubo otras acciones claras que simplemente fueron ignoradas. El dolor era palpable entre los bilbaínos; sin embargo, ellos no pierden la fe tan fácilmente. Con la mirada puesta en el futuro y un espíritu inquebrantable, Williams concluyó: «Nuestra gente nunca nos abandona».
El capitán De Marcos también aportó su granito de arena al discurso colectivo: «Ha sido muy cruel por cómo se ha dado todo», decía con tono decidido. A pesar del sufrimiento por la derrota, reafirmó su compromiso con el equipo y su afición: «Creemos en la remontada». Y es que para ellos Bilbao es más que una ciudad; es una forma de vida donde cada caída es solo otra oportunidad para levantarse con más fuerza.